Mario Sobarzo - Sobre Progre-sismo de Raúl Zibechi


Sobre Progre-sismo de Raúl Zibechi




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La forma comunidad es la que revisten tanto las micro-resistencias como las grandes rebeliones. En el taller, en la cotidianidad, se enfrentan decenas y cientos de obreros y obreras con un puñado de controladores, en una clara situación de inferioridad individual. Deben asumir la forma anónima de un todo orgánico, indivisible, para evitar la sanción y el castigo que siempre son individualizados, ya que el castigo colectivo no hace sino fortalecer la comunidad. Raúl Zibechi. Progre-sismo. La domesticación de los conflictos sociales. Ed. Quimantú, Chile, 2010. Pág. 163.


Para presentar este libro de Raúl Zibechi quiero detenerme en 5 ámbitos teórico-prácticos en los que considero que él representa un aporte al debate del campo político de izquierda y/o revolucionario.

En sí, desde el título, el libro deja claro quién es el enemigo frente al que se sitúa: la idea de progresismo y sus políticas. Una suerte de amalgama entre ética mínima (bajo el modelo de la acción comunicativa habermasiana), hasta deseos de transformaciones socialdemócratas, lo que en Chile significa decir concesiones, exenciones… y bastantes traiciones. Es esta, creo, la principal importancia teórico-política del libro de Zibechi en Chile: permite comprender las razones del agotamiento ideológico y de capacidad de movilización de ese sucedáneo democrático que se articula tras el “progresismo” criollo.
La derrota de la Concertación, ha implicado una extensión del progresismo que ha ido ampliándose hasta alcanzar al Partido Comunista, que convertido en partido parlamentario, no ha cambiado en nada la configuración de fuerzas sociales antagónicas después de la dictadura, en esa anquilosada institución (el Congreso), amparada en la Constitución de Lagos-Pinochet. Los modos de operar descritos por Zibechi son y han sido estudiados por diversos teóricos latinoamericanos y empiezan a configurar una especie de sentido común de lo que él llama sociedad política, en oposición a la sociedad civil, es decir en una reorganización de las bases de la ciudadanía y los modos de concebir el poder. Esto en Chile luego del sismo del 27/2 es algo que implica un quiasma, un cruce de 2 momentos: en primer lugar, la capacidad de reconstruir desde abajo y en 2º, la capacidad de reconstruir colectivamente. Ya lo había señalado en el anterior libro publicado por Quimantú, Autonomías y Emancipaciones, América Latina (A.L.) en movimiento, donde a propósito de las distintas experiencias de organización autónoma de los movimientos sociales muestra el modo en que se han ido generando conocimientos comunes, estrategias y formas de acción, que logran subvertir el poder, no intentando tomarlo, sino transformándolo desde lo local, para ir asumiéndolo. Es esta imbricación entre movimientos sociales y soberanía lo que ha ido generando una mutación del campo comprensivo de las luchas sociales en América Latina. Lo que me lleva al 2º punto: los conceptos analíticos sobre los que sustenta su argumentación.

El libro de Raúl Zibechi creo que se sustenta en la creencia en la reconstrucción, que supera los marcos periclitados del viejo sistema político-social, propios del desarrollismo. La vieja alianza de clases en Chile, entre el proletariado organizado, el campesinado revolucionario y la pequeña burguesía, hoy aparece trastocada por la captura de la conciencia que hace la lógica aspiracional y la expropiación del tiempo por parte de su resabio: el endeudamiento. En este sentido, el progresismo es distinto de los partidos kautskyanos del siglo XX. Ahí donde estos últimos aún defendían derechos sociales, el progresismo actual solicita beneficios, negocia condonaciones y recibe dinero indistintamente de la patronal y/o del Estado. Pero, más aún, logra atravesar los campos simbólicos “antagónicos” de la izquierda, la derecha y el centro, convirtiéndose en una especie de sentido de caridad desde la elite: algo con lo que nadie puede estar en desacuerdo. La capacidad de rearticularse sobre matrices teóricas en construcción, desde las encuestas, y la aceptación de las lógicas inclusivistas que rodean el círculo del poder (como una suerte de manumisión de pobres), son los hilos de oro que encubren la matriz de intereses comunes que mantiene unida a la casta que posee el aparato estatal.

Esto último me lleva al tercer punto que quería remarcar del libro, éste se hace desde la investigación y el análisis sobre el modo de operación política de este nuevo sistema de captura social. Podemos saber el modo en que opera el poder en general, pero la especificidad de sus modos de construcción de legitimidad ideológica, formas de subjetivación y prácticas, unida a una férrea defensa de la represión legal e ilegal, permiten que Chile sea la punta de lanza de la hegemonía neoliberal en los pocos países de A.L. que aún aplican este modelo en forma pura. El hecho de que en Chile más de la mitad de la educación primaria, secundaria y superior (y en aumento), la “buena” atención de salud, el transporte, la previsión, etc., etc., etc., sean privados, nos recuerda la profundidad del latrocinio cometido estos últimos 37 años. En este sentido, el libro cumple en servir de ayuda al proceso de autoeducación necesario para la reconfiguración del campo social en campo político, incluyendo la transformación de este último, para adaptarlo a las formas de organización, estrategia y teoría de quienes construyen desde “otro mundo”. En términos prácticos esto pasa por recordar que eran progresistas quienes se instalaron en los ministerios de Hacienda de los “socialistas” de la Concertación (Eyzaguirre, Velasco), pero también lo es el partido del ex candidato presidencial Marco Enriquez-Ominami y la “nueva derecha” de Hinzpeter. La diferencia es de estilos, no de fondo.

En 4º lugar, este libro me parece muy relevante para entender la relación histórica entre la derrota de la UP y el fracaso de la democratización a través de acuerdos de la elite. Estas dos experiencias necesitan ser vinculadas si queremos producir los aprendizajes políticos del presente. Los vínculos entre políticas de ajuste macroestructural y las fórmulas de gobernabilidad, unidas a una gestión eficiente del conflicto social son parte de un proceso en que se fueron translapando distintas etapas de esta nueva alianza, emergida en los últimos días de la dictadura. Esto implicó un proceso de descomposición moral en la fuerza social que sostenía las lógicas de captura del aparato de poder. Al descomponerse esta fuerza se fueron desarticulando las alianzas tácticas, lo que fue unido a una desorientación en las clientelas que la sustentaban. Para arreglar esta crisis de referencia se retocó con campañas por aquí o por allá, con ofertas a diestra y siniestra, todo con tal de que las grietas del sistema no quedaran en evidencia. Pero, tal como el terremoto de febrero de 2010 dejó en evidencia la estafa del mercado en sus múltiples áreas[1], la derrota de la Concertación evidenció la crisis orgánica de la relación capital-trabajo, que las fórmulas propagandísticas usadas por esta, lograban invisibilizar. Y si algo se ha hecho evidente es que la dominación ideológica ejercida por ésta (Concertación) se sustentaba en centros de poder muy reales (ONGs, think tank, centros de estudio, etc.), cuyos funcionarios eran lacayos de los intereses de la burguesía. La Concertación era tan de derecha como la derecha. Ése ha sido el despertar de una parte importante de las antiguas clientelas de esta última, que hoy miran hacia las experiencias reorganizacionales autónomas, autogestionarias, locales, horizontales y en constante proceso de autoeducación, de las clases populares y de los pueblos originarios que se encuentran en conflicto con el Estado, intentando aprender desde sí y para sí.

Y así, llego al punto final en lo que considero algunos de los principales aportes de este libro, el que me parece a esta altura, evidente. Esta es su capacidad de abrir debate en la izquierda que no renuncia a la transformación estructural del sistema. Quizá, para no confundirla, haya que volver a nombrarla desde esa terminología previa al progre-sismo que no renunciaba a hablar de revolución para referirse a lo que buscaba. Si algo hoy es evidente es que ni los iluminados ni el aparato de poder político de la burguesía (desde la democracia oligárquica actual, hasta la de la Constitución de 1925, que hizo posible la UP) le sirven para ello.

El debate está abierto en medio de una acción que viene desde hace mucho.


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[1] Capital financiero; inmobiliario y de mega y mediana construcción; retail; comunicacional y/o informacional; minero, por nombrar sólo los más importantes en el lucro nacido después del terremoto. Sólo los primeros 9 meses del año 2010 la ganancia de CENCOSUD llegó al 37%, con un total de “$2.024 mil millones de pesos chilenos” (sic), es decir, más de 4000 millones de dólares, el 46% de las utilidades totales de los 5 países en que tiene operaciones. Para más información: http://latercera.com/noticia/negocios/2010/11/655-306751-9-utilidades-de-cencosud-reportan-alza-de-37-en-los-primeros-nueve-meses-de-2010.shtml
Difícil llegar a evaluar lo que implica el nuevo royalty hasta el 2025, con un precio del cobre por sobre los 4 dólares la libra.

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