Cuatro mil millones de dólares para los amigotes



CUATRO MIL MILLONES DE DÓLARES PARA LOS AMIGOTES 

Epícteto Soto González 


  Hace tiempo atrás, Joseph Stiglitz, Premio Novel de economía, sostuvo que el capitalismo actual era un capitalismo de “amigotes”. Ciertamente, tiene toda la razón. Si en algún país del mundo –aparte de los EE.UU.- eso se puede verificar con meridiana claridad, ese es Chile. El ofrecimiento que hiciera el gobierno hace algunos días en orden a destinar 4.000 millones de dólares a la educación (en un plazo de cuatro años) es, entre muchísimas otras, una palmaria manifestación de ello, aunque muchos ni lo sospechen. 

  No son pocos los que se han sentido impresionados por los montos ofrecidos. Pero no se han dado cuenta que el asunto tiene su “trampita” ¿En qué consiste? En un hecho muy simple. A saber, primero, en que la educación técnica, la mayoría de la universitaria y de la secundaria está en manos privadas; es decir, que son negocios, los que, como todo negocio, requiere que los bienes y servicios que venden sean demandados masivamente, dependiendo de ello la magnitud del lucro que obtengan. Y, segundo, que el gasto público es visto por los ideologizados empresarios que hoy controlan el gobierno como un medio para estimular la demanda. ¿La demanda de quién? De esos mismos negocios. O sea, de sus negocios y los de sus “amigotes”, para decirlo con palabras de Stiglitz. 

  Lo dicho significa que la mayoría, -o al menos una parte muy significativa-, de los 4.000 millones de dólares que el gobierno anunció que destinaría a la educación no irán a cualquier parte. En realidad, se harán llegar a la eventual clientela que las universidades privadas y los Centros de Formación Técnica esperan captar. Ese dinero, por tanto, tiene como destino las arcas de las respectivas empresas educacionales. Dicho en otras palabras, se trata de platas fiscales que irán a engrosar las insaciables faltriqueras del negocio privado. 

  Todos saben que los Centros de Formación Técnica, -hace mucho privatizados- al igual que las universidades privadas, constituyen una “industria muy rentable”, para decirlo con las palabras que suele usar la clase empresarial y sus funcionarios de confianza, es decir, los economistas y la clase política. Más rentable será si la demanda del rubro aumenta significativamente. Y es precisamente esa la función de los 4.000 millones de dólares que se han “ofrecido”. (También es cierto que ellos deben servir para comprarse a unos cuantos, junto con “embolinar la perdiz” a los incautos y hacer que el movimiento estudiantil en curso baje sus banderas). 

  Dos hechos comprueban la idea central de este artículo. El primero de ellos consiste en que el gobierno no acepta que la educación sea un derecho cuyo acceso deba ser garantizado por la autoridad pública y, contrariamente, sigue considerándola como un servicio que se transa en el mercado y, por tanto, que es objeto de lucro; como recientemente lo dijera el secretario general de gobierno, el actual régimen no está dispuesto a transar en esta cuestión. Segundo, el gobierno insiste en financiar la “demanda” (o sea, a la clientela del negocio educacional), y no la “oferta”. También en esto, de manera explícita, se ha mostrado inflexible. 

  A partir de estas constataciones queda claro el porqué el gobierno no destina los 4.000 millones de dólares a una educación pública y gratuita. Es decir, queda claro el por qué no financia “la oferta”, es decir, a las instituciones educacionales, como debiera ser. Es claro que no se trata de una cuestión de plata, ya que la hay, de lo contrario no se estaría hablando de los 4.000 millones de dólares. El punto es otro: no se financia una educación pública y gratuita porque en ese caso el dinero no iría a parar al bolsillo de los “amigotes” de quienes gobiernan, o sea, no iría a parar a la gran empresa privada de donde ellos provienen y a la cual retornarán cuando dejen el gobierno, reasumiendo entonces sus asientos en los directorios y en la alta gerencia empresarial de sus empresas. 

  Los motivos que los lleva a destruir la educación pública, por tanto, son estrechamente clasistas. Se trata, ni más ni menos, que de sus negocios. La clase política, sobre todo la concertacionista, lo sabe, pero como sus campañas electorales las financia ese mismo empresariado (o las ETN), -y como esperan que éste en algún momento los premie integrándolos a los directorios de sus empresas-, callan, en un evidente acto de corrupción. 

  Otra arista importante del asunto es el que se refiere al financiamiento de esos 4.000 millones de dólares. ¿De dónde saldrán? ¿De los impuestos ordinarios? ¿De las utilidades de Codelco? El gobierno no ha sido claro en relación al punto. Lo único claro es que no se financiarán con una reforma tributaria que grabe a la ganancia empresarial. Los impuestos ordinarios, que casi en un 50% provienen de los impuestos indirectos (o sea, de los que pagan los pobres, como el IVA), no dan para tanto. Queda la opción de utilizar parte de las utilidades de Codelco. Pero, ¿porque los ingresos de una “industria” que debería ser de todos los chilenos tendría que ser utilizada para subsidiar la demanda de los negocios del gran empresariado con el fin de que todavía sea más ricos de lo que es, mientras que (según una reciente investigación) el 60% de los chilenos vive con ingresos similares a los de Angola? 

  Así, pues, el tema de fondo es el de la utilización del Estado en beneficio de una pequeña oligarquía plutocrática que lo controla todo, desde los cementerios a las Universidades, pasando por el retail, los bancos, los diarios y revistas, la TV, los puertos, la tierra, la gran industria, la construcción, las farmacias, el agua, los bosques, las minas que no pertenecen a las ETN, etc., etc., etc. Esta oligarquía necesita un país embrutecido e ignorante que no se de cuenta de su dictadura. Para eso también requiere destruir las universidades públicas y precarizar el trabajo de sus académicos, y domesticar a otros. Que no haya centros independientes de pensamiento, que haya miedo de perder el trabajo, que todos se refugien en su intimidad y se dediquen al fútbol y a la farándula, (y a comprarles con tarjetas de crédito sus mercancía y servicios); que todos crean que somos “un país exitoso”, mentira esta última destinada a mentes subdesarrolladas, y que los países cultos no se compran, ya que saben que los “exitosos” son ellos, -los plutócratas-, a costa de nosotros, el país real. 

  Frente a esta situación sólo nos queda un camino: ¡a la calle, con decisión y rebeldía, como lo han hecho los estudiantes y los trabajadores subcontratistas del cobre! ¡Que sepan los amigotes del susodicho que Chile no se rinde! 

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