La desmovilización social de la derecha chilena.
Rubén Valencia M.
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Este texto está basado en un artículo anterior del año 2007, titulado "La derecha en la presidencia, ¿caos o democracia?". Disponible en formato PDF, haga click en el ícono.
En estos últimos meses, el estudiantado chileno nos ha mostrado que el letargo en que se encontraban los movimientos sociales pareciera que ha concluido. La diversidad de actores sociales que se van sumando a sus reivindicaciones, ha creado un escenario pocas veces visto desde el término de la dictadura militar. Particularmente, la masividad de sus concentraciones ciudadanas ha llamado la atención, tanto a nivel nacional como internacional. Sin embargo, como una gran obra, este acto carece de uno de sus actores principales, las bases ciudadanas de la derecha chilena.
Que un ministro del actual Gobierno tan poco político, pero muy mediático, como Laurence Golborne, se cuestione la participación de base de los simpatizantes y militantes de derecha en estos últimos meses, siembra muchas dudas con respecto al perfil del partidario de este sector político, como también de la capacidad del Gobierno para movilizarlos en defensa de sus intereses.
En estas líneas queremos dar algunas luces, de lo que creo, puede ser la explicación a dicho comportamiento. Tomando en consideración que lo aquí expuesto está formulado a la luz de los últimos acontecimientos, estando aún en el desarrollo de la coyuntura. No siendo por esto lo planteado en estas líneas, afirmaciones concluyentes con respecto al tema en cuestión.
1.- ¿Qué se entiende hoy comúnmente por Derecha?
Primeramente, a manera de contextualización, cuando hoy cuando se habla de Derecha (sin entrar en las distinciones teóricas y académicas), por sentido común en gran parte de la población, se hace referencia, o se tiene por lógica de que se habla de sus dirigentes o de algún personero del Gobierno actual. No obstante, muy ocasionalmente se piensa en los simpatizantes o militantes, principalmente en el sector que podríamos denominar “duro”. Los mismos que han permitido continuamente a la Alianza rondar sobre el 30% del electorado en cada plebiscito presidencial. Mismo sector que apoyó la dictadura militar hasta el final de sus días. Omito, debo señalar, al fragmento fluctuante que permitió que Sebastián Piñera lograra acceder a la primera Magistratura.
Al ver las nuevas protestas de estudiantes secundarios, universitarios y organizaciones sociales, queda de manifiesto que el gobierno de la Alianza no posee ningún tipo de capacidad de neutralización de dichos movimientos, a no ser mediante el uso de la fuerza pública y de los dispositivos del Estado. Es así que pareciera que la oposición estuviera formada por el conjunto de la ciudadanía nacional, y no por una parte de ella.
2.- ¿Cuando la derecha perdió su capacidad de movilización de masas?, ¿cuándo dejó de estar presente con sus partidarios en los conflictos sociales?
La Guerra Fría suministró a la derecha nacional, los elementos que sacaron a la luz su violencia latente, la misma que introdujo a Chile en el terrorismo político de la segunda mitad del siglo XX. El asesinato del General René Schneider en Octubre de 1970, dejó de manifiesto la intervención de elementos de extrema derecha en el crimen. Patria y Libertad, movimiento liderado por Pablo Rodríguez e instrumento de violencia de los sectores fascistas de la época, daba inicio a una constante espiral de terrorismo que se extendería hasta los primeros años de la dictadura militar.
En la práctica, la disputa de las calles urbanas y centros estudiantiles contra los partidos y movimientos de izquierda, exponía la capacidad operativa de las bases de la derecha nacional, refundada en el nacionalismo, el tradicionalismo y el autoritarismo. De estos pensamientos, creo que un pilar fundamental para explicar dicho comportamiento, fue por una parte la dicotomía entre el bien absoluto y el mal absoluto, como las vertientes corporativistas de los sectores nacionalistas de la derecha de aquellos años. Dejando por cierto, como elemento común para todos los sectores políticos de la época, el fuerte peso de las ideologías y de los partidos políticos en la sociedad.
Es en éste contexto, que como facción instrumental, el Movimiento Nacionalista Patria y Libertad cumplió un rol ejecutivo de las directrices ideológicas de la derecha chilena y, paralelamente, de los designios que para nuestro país fueron concebidos desde Washington y consumados a través de sus organismos de inteligencia, esencialmente la CIA. Junto con lo anterior, el Partido Nacional (nacido de la refundación de dicho sector en 1966) y otros sectores gremiales afines con dicha postura, se enmarcaron en una visión de directa confrontación con el gobierno de Salvador Allende. Utilizando y movilizando para tales propósitos, todas sus fuerzas vivas bajo el manto discursivo cohesionador de la desintegración nacional, y el terror de la supuesta esclavitud a la cual llevaría el ideario manifestado por los partidos y movimientos de izquierda, apoyándose discursivamente para tales fines, principalmente de los textos y alocuciones propagandísticas del Partido Socialista y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
Ejemplos de ésta capacidad de movilización son numerosos, destacándose la “marcha de las cacerolas” de fines de 1971, el paro de camioneros, el comercio y gremios de Octubre de 1972 y, en general, todo gremio, colegio profesional, sindicato, agrupaciones de estudiantes, empresarios y comerciantes que no estuviera comprometido políticamente. Todos los cuales, con recursos económicos propios, ajenos o extranjeros, precipitaron el conflicto entre chilenos, radicalizando la convivencia nacional, incitando a salidas extraconstitucionales para las diversas problemáticas que vivía en esos momentos el país. A partir del 11 de Septiembre de 1973, conseguida la única salida extraconstitucional viable (ya que las rupturistas de izquierda no poseían capacidad de implantación), es decir, por medio de un golpe militar de Estado, se fue generando una dinámica que afectó gravitantemente las posibilidades de reestructurar una derecha movilizadora de los mismos sectores sociales en los que antes se apoyó.
Instaurada la dictadura militar y logrado el exterminio físico de los opositores políticos y sociales, se fueron generando pugnas en el interior del régimen de facto, particularmente entre grupos ligados al nacionalismo y el neoliberalismo, conllevando una serie de medidas de fuerza entre los miembros de la Junta Militar. Los sectores nacionalistas vieron en el Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, Gustavo Leigh a su representante. Los denominados Chicago Boys por su lado, vieron la posibilidad cierta de que su proyecto pudiera implantarse a través del General Pinochet. Este conflicto se reflejó en que se dieran escenarios internos inéditos para quienes participaron originalmente en el golpe.
La Dirección de Inteligencia Nacional, organismo represor de la dictadura militar, se enfocó primariamente al exterminio de los disidentes políticos, principalmente a miembros de las cúpulas de los partidos y movimientos de izquierda. El MIR, PC o PS, sufrieron el embate del terrorismo de Estado, al igual que una extensa gama de intelectuales, profesionales y partidarios del depuesto gobierno.
Es en este punto donde es posible constatar un primer elemento de diferenciación entre los miembros de los movimientos fascistas y los tecnócratas de la escuela de Chicago. Dado el golpe militar, los miembros del Movimiento Nacionalista Patria y Libertad pasaron directamente a los grupos operativos militares encargados de la represión. Sin embargo, esto se prolongará únicamente, hasta que las pugnas al interior de la Junta Militar llevaran a que la DINA pasara directamente a la represión de los sectores nacionalistas, eliminando las posibilidades de que el General Gustavo Leigh se perfilara como una alternativa real de reemplazo de Augusto Pinochet. El golpe después del golpe como bien lo describió Verónica Valdivia, generó el espacio suficiente para que los ideólogos neoliberales, encontraran en el Comandante en Jefe del Ejército, un receptáculo con el poder suficiente para aplicar su ideología.
La operatividad ejecutiva de los grupos nacionalistas y la política de asesores realizada por los Chicago Boys, generaron las condiciones necesarias para que éstos últimos se establecieran en altos cargos administrativos del Estado, sin la necesidad de inquietarse sobre la legitimidad de sus actos o de la voluntad de las mayorías. Es así como, extrapolándose de la política de represión de la cual fueron parte, cedieron la ejecución de la violencia del Estado dictatorial a las Fuerzas Armadas y Carabineros, es a partir de éste momento, que las fuerzas de base invocadas para el derrocamiento de Salvador Allende, quedaron aplacadas tras la figura de Augusto Pinochet y de la represión que asoló el país.
Por lo anterior, los sectores sociales medios y parte de la Democracia Cristiana en los cuales se apoyó la derecha para justificar el derrocamiento de la Unidad Popular, se verían profundamente diezmados por el modelo económico implantado tras el shock económico de 1975, principalmente los relativos a la administración del Estado, que bajo su alero se habían logrado constituir como sujeto histórico en la segunda mitad del siglo XIX.
De este modo, el discurso neoliberal, que centra toda la responsabilidad económica y social en el mercado, se fue aplicando sistemáticamente bajo el alero de la represión de los organismos militares y policiales. Paralelamente, podemos reconocer una idea que subyace a la represión, ésta es la dualidad de “orden o caos”, es dicha nomenclatura la que transformó en terrorismo, caos, desorden y desgobierno, toda expresión ciudadana que en democracia constituyen su pilar fundamental; la posibilidad de manifestar públicamente y de manera organizada la disensión en lo concerniente a las políticas seguidas por los Gobiernos, así como el respeto a la integridad física de la oposición al formular abiertamente sus planteamientos.
Por lo ya expuesto, el modelo neoliberal continuado posteriormente por los gobiernos concertacionistas, siguió avanzando en dos premisas falsas sostenidas hasta el día de hoy. Primero, que el hombre se mueve por el egoísmo, como si la supervivencia de la especie humana hubiera podido conservarse con semejante cualidad natural. Segundo, que el trabajo y esfuerzo individual es el único medio por el cual las personas pueden surgir y poseer riquezas, obviamente no me encuentro en condiciones morales de señalarle eso a las trabajadoras temporeras del agro chileno, o a los jóvenes estudiantes que trabajan a diario en los supermercados de las grandes cadenas de retail, pero sin embargo, logró convencer o alinear bajo el signo del dinero, a amplios sectores políticos nacionales.
De esta manera, estas premisas económicas produjeron elementos accesorios; que toda actividad económica, política y social únicamente son posibles bajo un orden de sometimiento servil a la autoridad, y por esto, con la nula posibilidad de manifestación y adscripción política, entendida ésta como la fuente del desorden social y el fracaso del surgimiento económico personal y social. Y es por lo planteado anteriormente, que diversos sectores sociales y políticos fueron cautivados por el discurso apolítico del ex candidato presidencial Joaquín Lavín.
Es en éste punto que quiero graficar de manera ilustrativa, las situaciones vividas en las universidades públicas de la Región de Valparaíso bajo los gobiernos concertacionistas. Es en éstas instituciones que durante varios años fueron constatables dos fenómenos. En primer lugar; el arribo a las federaciones y centros de alumnos de estudiantes ligados o afines a la Unión Demócrata Independiente y a Renovación Nacional. Posteriormente y en un segundo lugar; la caída de los mismos antes del término de su período de mandato, producto de la insuficiencia táctica de contar con herramientas que les ayudaran en la conducción de escenarios de conflictos y, fundamentalmente, por la ausencia de una base estudiantil que los sostuviera fácticamente.
¿Cómo se produjo esto?, el discurso apolítico de dichos jóvenes dirigentes siempre estuvo dirigido a una mayoría pasiva, la misma que en caso de conflictos estudiantiles se queda en su hogar, o que simplemente utiliza ese tiempo en otras actividades que no están, por cierto, relacionadas con la defensa de su educación o de los intereses gremiales del estudiantado. Son éstos alumnos los que pensando en el término de la utilización de las movilizaciones como herramienta de presión, que normalmente se dan en los centros de estudios superiores, ejercieron, muchos de ellos por ésta única ocasión, su derecho a voto. Haciendo eco de las propuestas de dirigentes que ofrecían un discurso de orden y desmovilización, las cuales para su efectividad asociaron, equivocadamente, con el control político de las federaciones, quedando a la postre demostrado en los hechos, lo erróneo del cálculo político, tanto para quienes fueron elegidos como representantes como para sus electores.
Fue el alumnado antes descrito, el que no resguardó de ninguna forma el mantenimiento de los centros de alumnos y federaciones que ellos mismos eligieron. Sobrepasados por sus propios compañeros, que con una mínima organización de base lograron sustituirlos, terminando el fugaz paso de dichos sectores estudiantiles por los centros de representación política de la educación superior. Resumiendo, la caída de las federaciones de derecha o de independientes ligados a ellos, obedeció, principalmente, a la carencia de capacidad de movilización social de base que protegiera a sus dirigentes legítimamente elegidos. Quedando la capacidad de movilización en dos sectores específicos, la Concertación y la izquierda extraconcertacionista.
Paralelamente, los dirigentes estudiantiles proclives a la Concertación, utilizaron la desmovilización como herramienta contra las corrientes que cuestionaban las neoliberales políticas educacionales de sus gobiernos, dándose una tónica de utilización de sus dirigentes como escudos frente a las variadas demandas estudiantiles. Aliándose, instrumentalmente para tales propósitos, con sectores de la derecha estudiantil, lo cual permitía el aislamiento de los sectores izquierdistas más cercanos con el Partido Comunista. Perdido el Poder Ejecutivo, los elementos concertacionistas dentro de la dirigencia universitaria pasaron inmediatamente a la oposición, quitando el piso político para crear nuevas alianzas, las cuales se ven bajo este nuevo escenario, más cercanas con la izquierda hace poco extraparlamentaria.
3.- El escenario actual.
La única posibilidad visible del actual mandatario para enfrentar los conflictos sociales, es que asuma activamente un rol eminentemente populista que logre canalizar las demandas sociales, pagando el costo de romper con los principios ideológicos propios y de sus compañeros de alianza, principalmente de la Unión Demócrata Independiente. De lo contrario, creemos que se visualiza un duro escenario político y social hasta el término de su mandato, producto del alto nivel represivo policial que se espera para las próximas movilizaciones.
Conjuntamente con lo anterior, en este momento el poder solamente se encuentra sostenido por las formalidades de los cargos político-administrativos, y gracias a los “dispositivos”, en términos foucaultianos, utilizados para su mantención.
Como última reflexión, puedo señalar que la derecha se acorraló a si misma en un poder factual estatal y no ciudadano. El individualismo egoísta propiciado por el neoliberalismo, es ahora el cáncer que está posibilitando el vacío de poder político que hoy ocupan los sectores sociales y estudiantiles. Las grandes alamedas se están abriendo y, por lo visto, no es necesario tener las llaves de las cerraduras.
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